sábado, 15 de enero de 2011

Carta a un Profesor

Mi querido profesor Alberto:
Fui alumna tuya en 3º de E.G.B, allá por 1985. Ha llovido tanto desde entonces y tantos alumnos y alumnas habrán pasado por tu aula, que doy por hecho que no puedes recordarme. Yo a ti, sin embargo, nunca te olvidaré… lo cierto es que ahora debo esforzarme por visualizar tu rostro, lo cual me entristece y me gustaría alguna vez poder volver a verte para agradecerte tus esfuerzos, tu paciencia, que nos transmitieras toda tu sabiduría sin querer guardar nada en secreto para ti; volver a verte para conservarte en mi recuerdo con una identidad bien definida.
Pero no olvido tu sonrisa, que siempre te acompañaba; cierro los ojos y vuelvo a sentir el cariño que nos transmitías, la emoción y la intriga con la que esperaba la siguiente actividad; durante varios cursos no cesé de nombrarte, orgullosa de mostrar a todo el mundo cuántos conocimientos había adquirido y a quién se lo debía: “… y lo sé porque me lo explicó mi PROFESOR ALBERTO”.
Recuerdo que ese año íbamos a tener una nueva asignatura, “Religión”, era el primer curso en que tendríamos más de un “profe”. La materia no empezó desde el primer día y cuando en clase supimos que ya había llegado el maestro que debía impartirla empezamos a sentirnos nerviosos y tú nos ayudaste a relajarnos, nos preparaste para la entrada de esa nueva asignatura y del nuevo maestro.
Recuerdo las emocionantes carreras de cálculo, y el día que nos dijiste que deberíamos utilizar un ¡¡bolígrafo rojo!!, nos encomendaste una gran responsabilidad al pedirnos corregir con aquel bolígrafo los ejercicios de los compañeros y compañeras. Creías en nosotros y eso hacía que tuviésemos confianza en nosotros mismos, nos hacías sentir capaces.
Recuerdo que para distintos tipos de actividad teníamos distintas disposiciones en el aula, y las perfectas coreografías que nos enseñaste para poder desplazar los pupitres en el menor tiempo posible, sin hacer ruido para no molestar a nuestros compañeros y compañeras del piso de abajo: con mi pupitre era girar a la derecha y dos pasos hacia delante para hacer grupos, línea recta hasta el final de la clase y delante del primer perchero para debate o espacio libre para mostrar nuestros “talentos”… En aquella época mi mejor talento era la gimnasia rítmica, hacía un par de semanas que había comenzado las clases, y en cuanto tuve ocasión quise hacer una demostración de lo aprendido para mis compas y para ti, el brillante suelo pulido de terrazo estaba esperándome: spagat lateral, subida de empeines, y en el pino-puente, ¡zas!, tumbada en el suelo boca arriba sin respiración, retumbaba el golpe en mi cabeza y avergonzada, solo esperaba las risas de todo el mundo ante mi fracaso, pero también nos enseñaste el valor del esfuerzo y el respeto hacia los demás, así que lograste que volviera a mi pupitre sintiéndome valiente y triunfadora.
Después te eché mucho de menos, sobre todo al llegar al instituto… tuve una profesora en 1º de B.U.P., ya con edad cercana a la jubilación, que nos dijo que afortunadamente con los años las personas olvidamos las cosas malas y solo quedan los buenos recuerdos… será por eso que apenas recuerdo la Secundaria, tal vez algún comentario como el de esta profesora, y es que no hay gran cosa positiva que recordar: siluetas grises con carteras grises, que pasaban por clase, hablaban a la pizarra mientras la llenaban de garabatos, y desaparecían. Ahora, después de muchas vueltas en mi vida, pretendo ser profesora de Secundaria, y no quiero ser una silueta gris, no sé si podré llegar a ser para mis alumnos y alumnas algún día un Profesor Alberto, pero inspirada en ti he llegado aquí y espero reunir los valores necesarios para ser una buena docente.
Un abrazo:
Elena

1 comentario:

  1. Hola Elena,

    Me alegro que hayas compartido esta carta tan emotiva con tus compañeros en el blog. Es curioso los pequeños detalles y recuerdos que pasado el tiempo quedan en la memoria. Me ha resultado interesante las diferencias que muestras entre los profesores de primaria y secundaria, donde los primeros quizás por la corta edad aun mostraban mucho más cariño y desarrollo de valores, mientras que los segundos quizás solo se centraban en ese dar y dar contenido, sin recordar que tras él había un grupo de alumnos no de reproductores de contenido. Mucho ánimo en tu búsqueda personal de ese gran profesor en ti misma.
    Saludos
    SARA

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