miércoles, 2 de febrero de 2011

DIARIOS DE LA CALLE. Richard Lagravanese

Es una película que había visto hacía ya mucho tiempo y que no recordaba bien, pero sí recuerdo que me impactó:
La historia, basada en la realidad, se desarrolla en Los Ángeles, California, en el año 1992, en el aula 203 del instituto Woodrow Wilson, en Long Beach, donde al parecer hay bandas callejeras, violencia, desventaja socio-económica, en definitiva, un contexto desfavorecido socialmente.
Allí acude una profesora, nueva en su cargo y en su profesión, con deseos de ayudar a las personas, con creencia firme en la posibilidad de cambio, con certeza de que la educación es una herramienta para lograr ese cambio, cuya consecuencia será una mejora, con una visión utópica del mundo; el resto de personas que la rodean la ven con ojos desconfiados como una amenaza a su rutina, a su, aunque mediocre mundo, mundo conocido, manejable, previsible, controlable.
Erin Bruwell, personaje protagonista de la película, cree en las personas, demostrándolo cuando no sigue los consejos de la Jefa de Departamento y entra en clase con su collar de perlas. Trata de aproximar a los chicos y a las chicas a su asignatura –Lengua y Literatura-, con grandes autores universales que ve dignos de admiración, no tiene éxito, consigue ganarse su respeto, que la vean como una figura de autoridad (les pide que se cambien de sitio y, aunque a “regañadientes”, lo hacen) y notan que se interesa por ellos (no utiliza el aula a modo de “guardería”/”aparcamiento”, sino que trata de darles clase, de enseñarles-ej: utiliza canción que ellos conocen-), pero se sienten incomprendidos, como suele ocurrir en la adolescencia, en su caso agravado por sus circunstancias; Erin entiende que debe modificar su programación para producir un cambio en estos muchachos que cada día luchan por sobrevivir, por ganarse el respeto de los otros grupos, guardando lealtad al suyo (cuando tras la discusión sobre la caricatura de la persona negra, Eva la acusa de no respetar su forma de vida, etc., Eva le pregunta “¿qué hace usted para que haya un cambio en mi vida?”); la profesora toma una perspectiva diferente frente a su alumnado, adaptándose y adaptando la asignatura al mismo, con el propósito de que los educandos sean capaces de construir los aprendizajes marcados para este nivel educativo de un modo más acorde a sus necesidades, intereses y capacidades (lectura de Anna Frank, visita al Museo del Holocausto, etc.).
Poco a poco la docente va logrando que en el aula exista un único grupo, haciéndoles empatizar unos con otros, mostrándoles que no son tan diferentes como creen (dinámica de la línea en el suelo), convirtiendo la sala en un refugio (van a contar a la profesora sus problemas, abren sus almas escribiendo en los diarios que guardan en un armario de la sala, etc.).
Más adelante Erin toma conciencia de que está sola con su grupo-clase (discusión en el almacén porque la Jefa de Departamento no le facilita los libros que necesita, no recibe apoyo de su compañero, quien le dice que no está cualificada para juzgar a profesores que tratan de sobrevivir). En este momento Erin tiene dos opciones: rendirse/unirse a sus compañeros docentes, “aparcando” nuevamente a su alumnado, o perseguir su objetivo de mejora para estos muchachos y muchachas; Erin no lo piensa, sabe que está sola con su grupo, que si ella les da la espalda también, quedarán solos, abandonados, sin posibilidad de cambio. La profesroa ha adquirido un fuerte compromiso moral con su alumnado, y se ha generado entre ellos un vínculo emocional positivo.
Cuando el grupo está bien cohesionado comienza la lucha conjunta hacia unos objetivos comunes (inicio del curso siguiente hacen un “Brindis por el Cambio”, alumna de la “Honor Class” solicita cambiar de aula con el grupo de la 208), pues aunque han hecho avances, aún existen mejoras por realizar (recaudación de fondos para llevar a la mujer que acogió a Anna Frank, Eva dice la verdad en el juicio de Yahmal, la profesora podrá darles clase en los cursos siguientes…).
Se nos muestra cómo el proceso educativo dura toda la vida, y que es adaptativo al contexto en el que se produce, pudiendo modificar el mismo. Así en la película, los alumnos y alumnas durante su infancia aprendieron en sus familias, en sus entornos próximos que existen injusticias, que solo pueden confiar en su “raza”, que todas las demás personas de otros grupos son rivales; que deben unirse (bandas) para luchar contra esos grupos (inicio de la película cuando se ve la transformación de Eva de niña a adolescente). En la adolescencia aprenden que son “desechos sociales”, que viven en su ciudad como en un mundo paralelo, excluídos (Eva dice que el instituto es igual que la ciudad, y que la ciudad es igual que la cárcel, dividido en secciones: Minicamboya, Gueto, Reino de las Barbies, El Sur de la Frontera), y que nadie les dará una oportunidad (dicen a Erin que haga su labor de “niñera”). Se da un ejemplo muy claro de reconstrucción del conocimiento cuando la profesora ejerce su labor docente, cuando las diferencias entre los alumnos y alumnas se minimizan y cuando descubren sus semejanzas. Tras “normalizar” el clima de aula, continúa el proceso, elaborando un libro, El Diario de los Escritores de la Libertad, y creando la Fundación de los Escritores por la Libertad. A lo largo de todo el proceso el contexto se va transformando, desde un entorno hostil, de exclusión, discriminación, pasa a ser un entorno pacífico, de colaboración, de respeto.
El debate en clase fue apartándose del núcleo de la historia, centrándose en la vida de la profesora, se hablaba de implicación “excesiva” con este alumnado, atribuyendo a la misma la ruptura de su relación con su marido, y casi su relación con el mundo, ya que la mayor parte de actividades que hacía giraban en torno a su alumnado. En mi opinión, amén de que esto se alejaba de las cuestiones educativas que nos interesan, la relación de Erin con su marido ya estaba deteriorada, en algunas escenas de la pareja se nos muestra que hay escasa comunicación, falta de confianza, el marido nunca dice nada a las decisiones de su mujer que afectan a su vida marital, y ella no le tiene en cuenta en absoluto para tomar este tipo de decisiones; hasta que una ocasión rompen en una disputa donde discuten por los roles de género (la mujer debe apoyar, sostener, esperar y seguir al marido en todas sus decisiones, pero en este caso quien debe hacerlo es el marido y él considera que no le corresponde). En otra escena él cuestiona que Erin sea capaz de dar clase a una alumna de nivel avanzado, como si con sus alumnos y alumnas esté haciendo una obra de caridad, de lo que se desprende que no valora su trabajo, y que no valora su capacidad intelectual, ni su capacidad de ayuda a los demás. Estos son algunos detalles que me llevan a pensar que el matrimonio estaba llegando a su fin, y que el alto grado de implicación de la protagonista con su alumnado fue solo la puerta que le dio salida.
Por otra parte, esta mujer tenía unos firmes principios, unos valores sólidos, y había adquirido un compromiso que no podía dejar de cumplir; se vio sola con su alumnado, su marido no la apoyaba con sinceridad, su padre, tras inculcarle los valores que fortalecían sus conductas, en su rol paternal deseaba protegerla, no quería que Erin hiciera este trabajo, las familias de los muchachos y muchachas tampoco estaban capacitadas para ayudarles (padres encarcelados, mujeres con depresión, chicos expulsados de sus casas, etc.), el profesorado del centro escolar solo quería sobrevivir. Erin Bruwell fue abandonada, y siguiendo el compromiso que había adquirido con estos jóvenes, sus principios, sus valores, y su responsabilidad cívica, hizo cuanto estuvo en su mano para guiarlos en su proceso de cambio.
Erin Bruwell fue una mujer admirable, valiente, innovadora, con vocación… características que a mí personalmente me resultan muy positivas, con las que no había acuerdo en clase, visiones diferentes del mismo personaje… demasiada implicación, demasiada innovación… Esto hizo plantear cuestionamientos acerca de las funciones de los docentes: ¿deben educar o solo instruir? Yo creo que la educación es una tarea de toda la sociedad, pues considero que multitud de elementos que la componen pueden constituir fuente del conocimiento; no obstante, los principales contextos educativos son la familia y la escuela, por tanto los docentes deben asumir su parte de responsabilidad en esta tarea de educar, y no solo limitarse a instruir.
Hay personas que lejos de esto, tienen claras sus funciones y sus metodologías a seguir, basadas en el magistrocentrismo: entrar por la puerta del aula, dar una clase magistral tradicional cargada de contenidos teóricos y marchar por la puerta. Recordando a Luria, no se pueden dejar de lado al educando y los objetos de conocimiento, que cobran tanto protagonismo como el maestro/a. En este sentido, si yo tuviera que otorgar mayor importancia a uno de estos tres elementos, la cedería al discente, no al docente, al destinatario del saber; si bien es cierto que considero que el proceso educativo finaliza solo con el fallecimiento de la persona, y que el docente puede aprender mientras desempeña su trabajo, la persona destinataria directa y principal de los nuevos conocimientos es el alumno/a, es quien se está preparando para ser un ciudadano/a, quien continuará la evolución de la sociedad.
Muchos estudios dicen que hay un alto índice de fracaso escolar en España, creo que esto da a entender que algo falla y que es tiempo sobrado de buscar una solución, la sociedad ha evolucionado, y por tanto la educación debe evolucionar, de hecho, debe favorecer esta evolución. Entiendo con esto que han de buscarse nuevos modelos de enseñanza-aprendizaje que propicien esta evolución, que favorezcan la adquisición de conocimientos del alumnado, creando buenos ciudadanos y ciudadanas.